lunes, 3 de octubre de 2011

Siria: dignidad o reparto

Las amenazas y contra amenazas del 14 de septiembre de 2011 entre el Presidente Ruso y el Primer Ministro Inglés ponen en el tapete el nivel de importancia de Siria para la política imperial occidental en sus esfuerzos de imponer un “nuevo medio oriente”. Los ingleses extorsionan, con descaro a los Rusos, recordándole su cuota parte en la repartición global si éste no permite la rapiña sobre Siria; y Rusia, le riposta que el esquema propuesto por el imperio occidental en Libia no garantiza sus negocios en la región, vista la extorción realizada por el Comité de transición de libia sobre su reconocimiento o la pérdida de sus negocios petrolero en el país.
Tan descarada y agresiva es la confrontación entre los imperios de occidente y oriente para obtener el dominio sobre mercados y/o participación como socio en la nueva globalización, que la toma de posiciones ventajosas en materia militar, acuerdos aduaneros, control de la droga, poder comunicacional para visibilizar o invisibilizar, control sobre la distribución de alimentos y sobre la producción y distribución del petróleo se convierte en ventajas tácticas de presión y extorción frente al oponente. En este sentido, los acuerdos antidroga legalizan y define quien contrala la droga en determinado región y quien está en capacidad de minar la fuerza moral del otro. Los ejercicio de guerra y acuerdo antimisiles son otro tanto de estas tácticas para alinear mercados (países) en cada bando. Evidentemente el petróleo sigue siendo una importante arma de guerra al momento de definir los porcentajes en el reparto de mercados.
Cabe acotar que el imperio occidental se aprecia más estructurado en su estrategia globalizadora dado el papel de dominio que ejerce los Estados Unidos; así como, el de su lugarteniente Alemania. Por su parte, en oriente los imperios Chino, Ruso e Hindú no cuenta con la misma integración dado lo reciente de la conformación de sus burguesías (años 70 y 90) y la poca sinergia entre ellas, el poder de la burocracia estatal que no quiere perder sus privilegios, la cultura y la extensión (y poco desarrollo) de sus mercados domésticos.
Frente a esta rebatiña imperial, dónde se encuentra la esperanza de la clase trabajadora y campesina y cuál debe ser su estrategia? Evidentemente, la esperanza está en nuestras propias manos: en la construcción de una economía socialista para los trabajadores y campesinos. Para ello, lo primero es que nos reconozcamos como iguales, los trabajadores y campesinos del mundo. Y ese reconocimiento nos debe permitir realizar pronunciamientos públicos y conjuntos en rechazo a la rapiña imperial: los trabajadores y campesinos del mundo requerimos de una nueva internacional. En segundo lugar, debemos promover un proyecto socialista común que trace las líneas gruesas para defender nuestros intereses de clase frente a los grupos e intereses imperiales en todos los países. Tanto Siria como Libia, Túnez y Egipto en este momento no los exigen.

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