jueves, 26 de enero de 2012

Estados unidos: guerra o expansionismo hegemónico

La estrategia de inversión de capital en las economías de Norteamérica y Europa (y la desinversión en el este asiático), unida a la disminución en el costo de la mano de obra en sus propios países solo tiene viabilidad si se ejerce un control directo y férreo sobre las reservas de energía y materia prima del mundo y no sólo sobre el control de su producción.
La lucha de los diferentes capitales insurgente de China, India, Brasil, el Sudeste Asiático y Rusia con los capitales tradicionales (y unidos) de Norteamérica, Europa y Japón plantean una contradicción para estos últimos: explotar la mano de obra de estos países insurgentes (como se ha hecho hasta ahora) y vender luego las mercancías en esos mismo mercados insurgentes (en crecimiento) o explotar la mano de obra de sus países (Norteamérica y Europa) y luego vender las mercancías en los mercados de los países insurgentes. En el primer caso, la lucha entre capitales (tradicionales e insurgentes) se plantearía como un asunto de política económica interior de los países insurgentes, por cuanto se trataría de mercancía producida y vendida en el país (de capital extranjero), y en cuanto tal la producción, fijación de precios y estrategia de expansión de mercados estaría condicionada por las citadas políticas económicas internas.
Otro agravante que crea la producción y venta en los países insurgentes sería el debilitamiento del capital norteamericano y europeo frente a los capitales insurgentes, ya que estos últimos en plena expansión, coparían mayores porciones del mercado mundial en razón de los bajos costo, agresiva política de mercadeo y alta rentabilidad de su mercancía, sin posibilidad de expansión para el capital occidental en los “nuevos”  e inmensos mercados insurgentes. Esta estrategia inviabiliza el mantenimiento de la subvención a las clases burguesas, obreras y campesinas de Norteamérica y Europa como beneficiaria de la renta mundial. La consecuencia de esa estrategia obligaría al capital norteamericano y europeo a optar por prácticas antidoping en la importación de mercancías de los países insurgentes, guerras comerciales, la creación de crisis financieras para acumular capital en los países productores (insurgentes), la profundización de prácticas xenofóbicas e inclusive guerras militares de pequeña o mediana intensidad a fin de restablecer el “equilibrio” o hegemonía de este capital en los mercados tradiciones e insurgentes. La citada estrategia de producir y vender en los propios mercados insurgentes reduce toda “influencia” económica y política del capital norteamericano frente a la política interior de los países insurgentes hecho que dificultaría la negociación con estos capitales, por las cuotas de participación en los mercados tradicionales e insurgentes, porque no habría beneficio sobre los qué se pudiera negociar.

miércoles, 25 de enero de 2012

Estados unidos: el imperialismo como fase superior del capitalismo

Cinco hechos determinan el último cambio en el modelo de desarrollo del capital norteamericano: el fin de la carrera armamentista, el control de los fuentes de suministro de petróleo y agua, la unión de los sistemas financieros de Estados Unidos, Europa y Japón, el desarrollo de las fuerzas productivas (informática, automatización, internet y nuevos sistemas de transporte); así como, el estancamiento del crecimiento del capital en los mercados de consumo existentes, junto a la aparición de nuevos capitales emergentes compitiendo por la renta. Estos cinco hechos afectan la estructura económica del capital norteamericano y lo empujan a explotar ya no la mano de obra sino los mercados de consumo emergentes hasta ahora marginados por: prejuicios políticos, bajo poder adquisitivo de su mano de obra (ahora en aumento), poco nivel de desarrollo capitalista y/o resabios feudalista. De allí la estrategia del capital norteamericano y europeo de explotar inmensos mercados de consumo como los de China, la India, Brasil y el sudeste asiático, cuya clase media se encuentra en franco crecimiento (en cantidad y en poder adquisitivo). Por otra parte, esta estrategia se complementa “promoviendo” “revoluciones democráticas liberales” a fin de imponer políticamente el desarrollo capitalista y reducir a su mínima expresión el feudalismo existente en los citados países; así como, también en los países que integran el norte de África, el Medio Oriente y Asia central. En este sentido, la contradicción se plantea en dos niveles: uno, donde los capitales norteamericano y europeo luchan con los capitales insurgentes para penetrar y controlar, cada vez más, los mercados de estos últimos y, dos, entre el capitalismo y el feudalismo para cambiar el modelo económico y aumentar la capacidad de consumo de los nuevos trabajadores asiáticos e islámicos.
Para explotar estas oportunidades se propone un cambio en el modelo de desarrollo norteamericano y europeo, centrado en la unidad política de estos capitales. Esta unidad permite consolidar un mercado financiero integrado (bajo un solo mando), con una política económica común para los capitales norteamericanos, japonés y europeos, este último, como Estado federado (tipo Estados Unidos). Estos elementos políticos y económicos son utilizados para imponer la disminución del costo de la mano de obra en sus países al punto de llevarla a un monto que permita reactivar y hacer más competitivos sus aparatos productivos frente al de los capitales insurgentes como los de china, la India, Brasil y el sudeste asiático, entre otros. Sin embargo, el cambio en el modelo de desarrollo norteamericano y europeo supone: Primero, la apertura y explotación intensiva de los nuevos mercados de consumo en china, la India y Brasil, para lo cual el tema de la desregulación y la valorización de la moneda es fundamental; Segundo, la creación de mercados, hasta ahora, vistos como fragmentados y atrasados como los del norte de áfrica, medio oriente y oeste de Asia y Tercero, el usufructo de los mecanismo de integración de capitales y mercados regional como los caso de América latina, el sudeste asiático y el sur y centro de áfrica.

martes, 17 de enero de 2012

Estados unidos: alta y bajas del imperialismo

La informática, la automatización, la internet y los modernos sistemas de transporte  marcaron una nueva fase de avance para el capitalismo occidental, tanto en el plano productivo como en el intercambio comercial. Esta tecnología profundizó la división del trabajo a nivel internacional. La  búsqueda de mercados laborales más baratos en Asia, África y América Latina; así como, la cercanía a los puntos de expropiación de las riquezas naturales del mundo definían el criterio para la división del trabajo. A estos elementos se agrega la apertura de los nuevos centros de producción asiáticos al capital occidental, caracterizados por un alto grado de sumisión al desarrollo de las fuerzas productivas de occidente y su manejo eficaz de la lucha de clase a favor del capital. Estos componentes claves, reducían los costos de producción de mercancía y maximizaban la rentabilidad del capital.
La guerra fría también fue el marco de una guerra comercial entre el capital norteamericano,  europeo y japonés que encontró a Estados Unidos en desventaja en razón de los altos costos en su mano de obra y menor calidad de sus productos. Esta desventaja propicio que el capital norteamericano buscara explotar mano de obra más barata, que a la sazón se encontraba en China, la India, Brasil, México, Sudáfrica y el Sudeste Asiático. Esto, a fin de obtener ventajas competitivas frente al capital europeo y japonés; así como, aumentar su renta. Pero, esta estrategia solo se podría lograr a costa de cambiar su modelo de desarrollo: esto es, reducir su economía productiva y re direccionarla al campo de las finanzas y el comercio internacional. En Estados Unidos el esquema de baja producción nacional se ve complementado, en términos de consumo interno, con producción proveniente del extranjero, cuyo capital era mayoritariamente norteamericano. La renta que obtiene el capital norteamericano y que drenaba desde Asía, África y América Latina, garantiza la sostenibilidad del sistema económico occidental; del cual una parte, llega a manos de la clase trabajadora dedicada principalmente al comercio y las finanzas. Por otra parte, el esquema económico en Estados Unidos acentúa la explotación del trabajo intelectual; así como, el desarrollo de un mercado especulativo que se financia con capital inorgánico en virtud de la baja productividad de su economía.
Similar esquema de desarrollo debió seguir Europa para compensar la competitividad que generaba: el capital norteamericano (apoyado en la mano de obra asiática), el capital japonés y los capitales internos de Europa. Estos últimos, con sus alianzas individuales con el capital asiático, la competencia entre sus propios capitales productivo y financiero; así como, la competencia interna basada en menor costo de mano de obra por país y más avanzada tecnología.   
El abaratamiento  en los costos de producción de mercancías y el aumento de la rentabilidad del capital Norteamericano y Europeo pronto mostró su cara adversa a sus creadores. Economías como China y la India aprovecharon la estrategia del capital internacional de explotar su mano de obra a fin de desarrollar su atrasado aparato productivo para luego  competir con el propio capital norteamericano y europeo. La competencia entre los capitales de China, la India, Brasil, México, Sudáfrica y el Sudeste Asiático con los capitales norteamericano y europeo por la conquista de mayores porciones de mercado puso el acento en el costo de producción de mercancía y, en consecuencia, en el costo de su mano de obra. El añorado paraíso de la rentabilidad del capital occidental ahora se convertía en el peligroso enemigo que contaba con un gigantesco aparato productivo de punta, una mano de obra (semi esclava) con la cual no se podía competir, una capacidad de mercadeo articulada y poderosa y un consumo interno mínimo. Estos elementos hacen insostenible la estrategia de desarrollo de Estado Unidos y Europa. De allí el nuevo cambio en el modelo de desarrollo del capital norteamericano y europeo que se orienta a reactivar sus economías, unificando su finanzas y su política económica; así como, optimizando (o bajado el costo de) su mano de obra. Este cambio estratégico tiene como objeto explotar los inmensos mercados de China, la India, Brasil, México, Sudáfrica y el Sudeste Asiático hasta ahora con un consumo interno mínimo. Para hacer estos cambios el capital norteamericano y europeo impone una nueva composición del poder mundial donde participen en la acumulación mundial de capital además de ellos China, la India, Rusia, Brasil y el sudeste asiático. El plácet para entrar en este nuevo estado imperial consiste en financiar los cambios estratégicos de Norteamérica y Europa; así como, abrir sus mercados y apoyar la conformación de nuevos mercados en el norte de África, el medio oriente, entre otros.