lunes, 28 de noviembre de 2011

Estados Unidos: mercados y hambre Parte VI (El lejano Oriente)

El lejano oriente con China, Japón y el Sudeste Asiático a la cabeza presenta una importancia clave desde los inicios mismos del capitalismos occidental. La naturaleza feudal, los avances tecnológicos, lo exótico de sus mercancías y la extensión territorial y poblacional; así como, la ideología semi esclavista y sumisa que reproduce esta economía establecen condiciones única para el capitalismo occidental.
La mano de obra del lejano oriente es apetecida por el capitalismo occidental dado sus características particulares para adelantar impresionantes proyectos industriales bajo las pésimas condiciones laborales imperantes en esas primeras etapa del desarrollo capitalista. Esta mano de obra se diferencia de las Europeas y Estadounidense por su extrema sumisión a las ordenes del capitalista, el gran número de niños, mujer y hombres disponible como mano de obra, el bajísimo costo económico y social que representan y su gran resistencia para acometer de manera sostenida trabajos muy pesados de poca preparación.
A los atributos de mano de obra, el lejano oriente agrega una cultura legendaria y sabia que produjo importantes adelantos tecnológicos para la época, el desarrollo de la agricultura y la existencia de un Estado fuertemente centralizado. Lo avanzado de la economía china generó un intenso comercio entre China e Inglaterra que dio vida a la ruta de la seda y resultó en una balanza comercial adversa a esta última. Esta circunstancia fue compensada por Inglaterra mediante la introducción y comercialización en china del opio o su derivado la heroína proveniente de la India su colonia. Esta “mercancía” rápidamente deterioro la sociedad china y se convirtió en una fuente de importante riqueza para la Aristocracia y la naciente Burguesía inglesa, francesa y norteamericana que permitió equilibrar la balanza comercial de Inglaterra.
La Dinamización del desarrollo capitalista de occidente a costa del lejano oriente fue el resultado de dos guerras imperiales o guerras del opio que resultaron en el control del comercio de china.
Por otra parte, paralelo a la situación internacional las contradicciones propias del feudalismo en China crearon las condiciones económicas y sociales en el campesinado (pobreza extrema) para romper con el feudalismo, desarrollar una rápida transición a una etapa capitalista y, posteriormente, concretar con éxito una propuesta de corte socialista de tendencia pro soviética. Esta revolución aunque fuertemente vinculado a la Unión Soviética posteriormente rompen con este dado la dependencia imperial que Stalin exigía. Sin embargo, los avance socialista en la región (Viet Nan, Camboya, Laos, indonesia y Corea) resultaron en guerras de baja intensidad entre los imperios Norteamericano, Inglés, Francés, Japonés y los imperios Soviético y Chino. Estas guerras permitieron definir el reparto territorial del lejano oriente mediante una justificación ideológica que  determinó la hegemonía económica y política de cada grupo de imperios sobre determinados países.

Estados Unidos: mercados y hambre Parte V (África y el Medio Oriente)

Con el fin de la segunda guerra mundial el norte de África y el medio oriente se convierten en ficha clave en la geopolítica mundial Europea dado su carácter de suplidor de recursos energéticos; además de ser la vía de acceso para el comercio con el lejano oriente y sus antiguas colonias. A dicha importancia económica se agrega el reparto de despojos de guerra que en este caso cobró el apoyo económico e influencia política del sionismo en la segunda guerra mundial. El sionismo proveniente de Europa recibía su parte del botín mediante la legalización de la invasión a Palestina y la conformación del Estado sionista.
Esta jugada geopolítica significó por un lado la polarización entre árabes y europeos judíos en la región. Donde los judíos provenientes de Europa desplazaban y colonizaban a los judíos árabes de palestina y arrojaban a los Palestinos de su país. La moneda de cambio para el imperio norteamericano, inglés y francés por ese apoyo fue la constitución de un Estado mercenario en la región, que les permitiera la intervención militar directa o por intermedio de Israel para salvaguardar sus intereses geopolíticos y neocoloniales.
Por otra parte, la polarización “árabe- judío” permitió que las contradicciones entre colonizadores europeos, colonizados árabes y la lucha de clases por la distribución de la renta entre trabajadores, campesinos y señores feudales convertidos en burgueses, no ocupara el lugar central en cada país y en la región. Sin embargo, los niveles de expropiación de recursos naturales por los imperios occidentales y la poca distribución de renta entre los trabajadores y campesinos crearon las condiciones económicas y sociales necesarias para que se plantearan reformas agrarias como en Egipto, se justificara el discurso socialista como estrategia geopolítica para equilibrar la fuerzas imperiales en la región, se desarrollaran posiciones nacionalistas para la defensa de los recursos naturales y se reafirmara el islam como postura religiosa que permitiera aglutinar a los árabes bajo el concepto de justicia y rescate de la identidad.
La imposición por parte de los imperios occidentales de la contradicción “judíos contra árabes” permitió la consolidación de su poder en la región y el desarrollo económico de Europa. Sin embargo, el efecto colateral fue un nacionalismo que prometía extenderse. La respuesta imperial ante la avanzada del nacionalismo en el norte de África y el medio oriente fue el asesinato de líderes como Gamal Abdel Nasser, el aislamiento económico en Libia, la división de los líderes árabes, la compra de conciencia de los señores semi feudales de países petroleros y la constitución de gobiernos dictatoriales pro norteamericanos que garantizaran los intereses en la región. El punto culminante de estos movimientos geopolíticos fue  el acuerdo suscrito en Camp David que dio como resultado la “estabilidad” o dominio norteamericano en la región

Estados unidos: mercados y hambre Parte IV (Europa)

La Europa de pos- guerra de finales de 1945 puso en el tapete las contradicciones propias de las guerras imperiales. Entre ella la principal contradicción fue el reparto de Europa entre los vencedores seguidas del financiamiento de su reconstrucción económica y el destino de su producción; así como, el desarrollo de la lucha de clase y el control de las entradas y salidas de mercancía y fuentes de energía a Europa. La contradicción relativa al reparto de Europa se resolvió dividiendo a Europa de acuerdo al control militar de las partes al finalizar la guerra y sus aspiraciones imperiales previas a la guerra.
Resuelto el asunto del reparto de Europa la reconstrucción económica se convirtió en la principal contradicción. Cada imperio (soviético y aliados con Norteamérica a la cabeza) asumió el reto de reconstrucción económica y política de su porción de Europa de acuerdo al esquema de dependencia que proponía: a saber, capitalismo de Estado o capitalismo monopólico. El esquema de dependencia determinaba también que el destino final de la producción fuera el sistema de distribución estatal soviético o el mercado norteamericano y de la Europa occidental. Este modelo de dependencia generó en el caso norteamericano un balance comercial negativo creado en virtud del desarrollo económico de producción de mercancía Europa y el nivel de consumo de estas mercancías en el mercado norteamericano. Esta contradicción entre las economías occidentales fue resuelta de manera imperial mediante la exacerbación del dinero como fetiche y la hegemonía norteamericana. Esto es, perdiendo el dinero toda vinculación con el antiguo patrón oro e imponiendo al dólar norteamericano como papel de cambio dentro del sistema financiero mundial. La hegemonía del sistema financiero sobre las economías occidentales, como fase superior del capitalismo, le permitió a su dueño norteamericano imponer un sistema económico mundial de explotación de mano de obra y expoliación de recursos naturales que daba por resultado un alto porcentaje de renta mundial en sus manos y otro tanto para sus socios Europeos.
Este esquema de apropiación de la renta mundial permitió el desarrollo de beneficios excedentarios para repartir entre la clase trabajadora y campesina de Estados Unidos y Europa. Estos excedentes impulsaron lo que se dio en llamar el Estado de Bienestar. Por otra parte, el esquema de apropiación de la renta mundial permitió lubricar la lucha de clase dado los beneficios que suponía la clase trabajadora y campesina; así como el desarrollo de una pequeña burguesía que permitía soñar a los trabajadores en una vía para cambiar de la clase social (de ser trabajador a ser burgués). Pero, este esquema también significó el desarrollo de trabajadores con capacidades financieras que pudieran gestionar la renta mundial e detrimento de una economía productiva.
Otro asunto era la entrada y salida de mercancía y fuentes de energía a Europa. América, Africa y Asía tenían vías distintas para accesar a Europa. El comercio con Asía era particularmente difícil dada la existencia del bloque soviético y los volúmenes que se comercian, circunstancia que hacía de importancia estratégica el medio oriente y en particular el canal de Suez

viernes, 11 de noviembre de 2011

Estados unidos: mercados y hambre (Parte III) (América Latina)


En los años 50, 60 y 70 del siglo pasado, Centro y Sur América reflejaba la contradicción de países con economías semi feudales, usufructuadas principalmente por el imperio norteamericano, e incipientes capitalismos nacionales. El desarrollo de estos capitalismos y el suyo propio empujó al imperio norteamericano a un cambio en su política exterior para la región. Viendo mayores ventajas económicas en el capitalismo neo colonial, la sustitución de dictaduras militares, seudo nacionalistas, por democracias liberales resultó ser la salida política más favorable para el desarrollo de su economía imperial y de su hegemonía en la región. Las democracias liberales presentan dos ventajas para el imperio: podían ser más complacientes a la hora de negociar sus recursos naturales y facilitaban el comercio de mercancías norteamericanas en sus capitalismos dependientes. Por otra parte, este tipo de democracias permitía reducir, amortiguar o desviar la lucha de clase entre trabajadores, campesinos e imperialistas por la redistribución de la riqueza nacional, mediante el juego de intereses o la ficción electoral representada en los cambio de gobierno entre partidos políticos de derecha y/o centro derecha.
El cambio de modelo económico y político en la región agudizó las contradicciones entre la economía capitalista y la feudal; así como, entre los trabajadores (ex campesinos) y el capital transnacional expresado en las burguesías nacionales. Estas contradicciones del sistema democrático burgués fueron capitalizados por los movimientos de izquierdas de Centro y Sur América aupados en algunos casos por el oportunismo soviético y en otros por los modelos de lucha y dirección cubano y chino. En esas luchas estos movimientos quedaron atascados en el juego político internacional de los imperios (soviético- norteamericano), en la lucha por el poder (entre, los modelos soviéticos, chinos y cubanos), en la sobrevivencia de procesos “revolucionarios” que devienen en oportunismo “revolucionario” y traición “revolucionaria” hacia estos movimientos. A estas penurias se añadió la falta de una interpretación correcta del momento histórico y, la mezcla de políticas reformistas para el campesinado y los trabajadores Centro y Sur Americanos impulsadas de Washington junto invasiones, intervención y terrorismo imperial por parte de Estados Unidos.
De esta etapa irrumpe la política de los discursos seudo revolucionarios aderezados con oportunismo y traición, que engañan a la clase trabajadora y campesina con la ficción de: capitalismo de Estado igual a “socialismo”. Ficción que se crea ante la inviabilidad económica de construcción de relaciones de producción comunista y la amenaza política que esta significa a su influencia y sobrevivencia política en la región.

Estados unidos: mercados y hambre (Parte II)

El fin de la segunda guerra mundial y el comienzo de la guerra fría produjo un fuerte impacto en la naturaleza de las contradicciones internas de cada uno de los imperios capitalistas y de aquellos autodefinidos socialistas. Pero, también significó cambios en la correlación de fuerzas internacionales.
A los capitalistas les tocó romper con el colonialismo tradicional (en la India y África, entre otros) por un modelo basado en el neocolonialismo económico que propone reducir las contradicciones económicas, políticas sociales con las ex colonias y, paralelamente, hacer más económica y productiva su explotación. Por otra parte, el capitalismo pasa lentamente a una fase superior que lo lleva a romper con la producción económica e impulsar una estructura financiera que facilite y aumente la acumulación de capital. Este esquema permitió el despliegue de nuevas estrategias de explotación de la mano de obra, basado en una división del trabajo internacional que facilitó el desarrollo de países como China, India, Japón, los Tigres Asiáticos, los Dragones menores, Corea del Sur y Brasil.
En el campo del “socialismo” real las contradicciones del capitalismo de Estado entre el zarismo o mandarismo chino y la clase trabajadora derivaron en un burocratismo policíaco asfixiante y en una parálisis económica impulsada sólo por su aparato militar. Este modelo económico lejos de propiciar el socialismo, fomentando relaciones de producción comunista, redujo al capitalismo de Estado a una expresión socialdemócrata de carácter autoritaria. En el plano internacional los aliados se convirtieron en “colonias” obligadas o comprometidas con el juego geopolítico del Kremlin. La lucha de clase promovida por la contradicción interna del socialismo real y por los capitalistas de occidente, fueron reprimidas con: terrorismo policiaco, discursos seudo–socialista y un partido fuertemente comprometido y aterrorizado con el líder de turno.
La inviabilidad del capitalismo de Estado en términos económico y social permitió que los esfuerzos del imperio occidental decretaran su muerte. Y en esta caída los trabajadores y campesinos no participaron por cuanto fueron los grandes ausentes del socialismo real. Otra fue la ruta del imperio chino. Este “comunismo” trazó una estrategia paralela (de convivencia) entre capitalismo salvaje, el capitalismo de Estado (burocrático y policíaco) y un sistema semi feudal donde el señor feudal es el partido y sus burócratas. Esta mezcla, sin embargo, ha permitido viabilizar momentáneamente el capitalismo de Estado chino. Ya la corrupción y la disciplina partidista hacen mella. A esto se agrega una poderosa burguesía china que reproduce su naturaleza y un capitalismo occidental sediento de venganza, de mercado y de capital.

Estados unidos: mercados y hambre (Parte I)


La agresividad y velocidad con que se desarrollan los movimientos geopolíticos de los imperios occidentales, en los últimos años, dicen mucho del tipo de contradicción que enfrentan; así como, de su naturaleza. Las crisis financieras y económicas de Estados Unidos y Europa más parecen un trabajo de parto a una nueva globalización que una crisis estructural que ponga fin al sistema capitalista.
Sobre tales movimientos geopolíticos debemos agudizar el análisis para develar las fuerzas en pugna que fundamentan esta reorganización global y que pujan por romper con el estado actual de contradicción del capital; para, propiciar la conformación de una nueva contradicción.
Con la primera guerra mundial la contradicción principal del capital pasó de la guerra entre las colonias y los países colonialistas a la guerra entre capitales por el reparto de las colonias y antiguos imperios como el otomano y el austro- húngaro. Este período tuvo su desenlace con el reparto de territorios, ocurrido después de la segunda guerra mundial.
Sin embargo, a diferencia de los antiguos repartos de territorios entre los vencedores capitalistas-colonialistas, este contó con una particularidad, uno de los imperios beneficiarios del reparto decía ser socialista. Esta particularidad sirvió de fundamento a una nueva contradicción entre capitales: unos que promovían un capitalismo de “mercado” y otros que postulaban un capitalismo de Estado. Diferencia que se expresaba más por su carácter hegemónico (imperio de la Unión Soviética contra imperio norteamericano) que por su “carácter ideológico”. Sin embargo, el carácter de esta lucha permitió el desarrollo militar, tecnológico y económico de los distintos imperios.
Por otra parte, la contradicción en el plano internacional se impregnaba mutuamente con las contradicciones internas de cada imperio. Este período denominado de guerra fría sirvió de colofón para definir el reparto mundial entre los imperios, basado más en un problema de hegemonía, pero, justificado en diferencias ideológicas. El método de lucha tenías varios niveles de operación: una era la mutua amenaza nuclear; otra, atacar y exterminar potenciales revoluciones pro-capitalistas o pro-socialistas o en su defecto negociar el “exterminio” de estas revoluciones a cambio de prebendas en otras partes del mundo. La lucha de clase de los pueblos y los ascensos revolucionarios no importaban; el punto central eran los intereses del líder de turno y sus juegos geopolíticos de hegemonía en la región. Cambiar una revolución por un vasallaje que le diera hegemonía lo era todo.