jueves, 28 de junio de 2012

Integrando los sistemas financieros en Occidente Reactivando una economía y creando un País


Las crisis financieras se han convertido en armas imperiales para dominar a los países, apropiarse de sus riquezas e “integrarlos” a sus territorios. Los caídos en estas guerras siguen siendo los mismos: obreros y campesinos que pierden su poca calidad de vida. Las burguesías nacionales y los políticos de estos países anexados, como perros domesticados, exprimen al obrero y recogen los despojos del imperio.
Las grandes crisis financieras no terminaron con la crisis Asiática en 1997. Esta crisis fue la antesala de la gran crisis financiera del 2008 y sus consecutivas replicas de los años 2009, 2010, 2011, 2012, que se terminará cuando se haya cumplido con las metas imperiales para estos momentos. Esta crisis a diferencia de las anteriores se produce en los propios centros de poder del sistema financiero internacional: Estados Unidos y la Unión Europea.
La crisis del sistema financiero que se inició a partir del 2008 presenta una naturaleza distinta a las ocurridas en los tiempos anteriores. En América Latina en 1994 y en Asia (1997) el resultado fue la trasferencia, hacia los centros imperiales, de los recursos monetarios, propiedad sobre activos y riquezas naturales de los países expropiados. También dejaron estas crisis una inmensa deuda externa, mucha miseria, desempleo, recortes a los gastos sociales y limitada fuentes de ingresos para los Estados que ya no contaban con sus principales activos.
En la crisis del 2008 el objetivo era otro, aunque el esquema fue el mismo, aumentar la oferta de créditos mucho mas allá de la capacidad (y/o liquidez) de los acreedores, en particular más allá de la capacidad de pago de los trabajadores de Estados Unidos y de los países que constituyen la Unión Europea. En este caso el objetivo principal no era expropiar los activos y riquezas naturales de su propio centro de poder; era la perdida  de la calidad de vida de los trabajadores, a través de la transferencia al sistema financiero de sus ahorros y activos (casa, carros y acciones). Era lograr llevar “legalmente” al trabajador a la miseria. De allí que, el fin es disminuir el costo que estos trabajadores tienen para el capital productivo norteamericano y lograr su sumisión (psicológica) a sueldos y condiciones de vida más bajos. Un obrero y una sociedad más barata, hará la economía norteamericana más “Competitivo” frente a las economías asiáticas.
Esta crisis no solo sirvió para lograr sueldo más bajos “con poco costo social” sino que permitió la quema, a gran escala, de una inmensa cantidad de dinero inorgánico y especulativo en poder de los pequeños y medianos inversionistas; así como la concentración y direccionamiento de los grandes capitales al aparato productivo norteamericano.
Pero, la “crisis” financiera del sistema internacional del 2008 no solo respondió a un problema de re-potenciación de la economía norteamericana; también, incluye la unificación de la estructura financiera, económica y política de la Unión Europea. Esto es, la creación y re- potenciación económica de un nuevo país. De allí, los esfuerzo para imponer la integración del sistema financiero europeo (con los repartos de las cuotas de poder respectivos).
La crisis económica de Europa, con sus altos niveles de desempleo y bajo nivel de inversión a la pequeña burguesía, constituyen la base psicológica para la sumisión de la clase trabajadora y campesina a los planes imperiales de creación del nuevo país; estos dos elementos de terror (crisis financiera y desempleo) sirven de fundamento a la unificación monetaria, política, territorial y social de la “nueva” Europa: de allí que los cambios constitucionales, presupuestarios, fiscales y discriminatorios impuestos a los distintos países de la “antigua” Unión Europa constituyen las políticas públicas del nuevo Estado imperial para tomar control de todo el territorio Europeo. De acuerdo con las visión imperial poco importa la opinión de los trabajadores y campesinos que sufren sus consecuencias. La unidad económica (comercial), política, militar, territorial y social del nuevo Estado es la respuesta del capital imperial norteamericano y europeo a las avanzadas del capital oriental; pero, también es una táctica clave en su estrategia de integración mundial de los capitales (Occidentales y Orientales). El tema de la inmigración árabe islámica a Europa, la crisis étnica en los balcanes (con su perspectiva inmigratoria), el control de la droga en Afganistán y Pakistán; así como el control económico y militar en Asia son meras jugadas dentro del ajedrez geo estratégico del imperio occidental, en el que su sistema financiero, con las crisis provocadas, constituyen la punta de laza de su avanzada imperial por su dominio sobre el mundo.  

Despojo y acumulación El engaño del sistema financiero internacional


Las distintas crisis financieras en la historia reciente han resultado devastadoras para los pueblos del mundo. Sin embargo, cuando alguien pierde suele haber alguien que gana. Pero, ¿Quiénes ganan con estas crisis financieras y qué ganan? La crisis financiera de México en el año 1994 fue la punta del iceberg de una crisis que devastó la calidad de vida de los pueblos de Latinoamérica. El sistema financiero internacional actuó de manera muy simple, con los dólares obtenidos del alza del petróleo, luego de los procesos nacionalizadores de mediados de los años 70, el sistema financiero internacional construyó un esquema de préstamos a los Estado Latinoamericanos que dio vida a la insaciable deuda externa. Esta deuda fue el resultado de un muy bien elaborado esquema de pago de intereses bajo por colocación de depósitos a los países productores de petróleo, otorgamiento masivo de crédito con poco respaldo de los estado receptores de los mismos y, el cobro de deuda con altas tasas de interés. Dentro del esquema se tomó ventaja de los desórdenes burocráticos de los Estados receptores de crédito y de la traición de ciertos altos Funcionarios Públicos. Esta mezcla de condiciones y acciones resultó en un fenómeno de transferencia de recursos nacionales de los países endeudados al sistema financiero internacional (o imperialismo). Proceso de transferencia, que se produjo luego de reducir el gasto social y de inversión productiva en cada País. Este esquema permitió que el sistema financiero internacional tomara control indirecto de las industrias productivas y extractoras de estos Estado endeudados. Control se da a través de sus guardianes (o perros de presa) el Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial. Estos organismos comenzaron a imponer a los Estado, a cambio de mejores condiciones de pago o nuevos préstamos, políticas públicas en materia monetaria, fiscal y des regulación del sistema financiero. Este esquema de apropiación de riquezas se complementó con el llamado consenso de Washington que transfería ya no recursos dinerario sino activos y riquezas de los países deudores. El proceso de apropiación se justificó mediante la reducción del Estado y avalado e implementado  por la llamada tecnocracia. Las políticas públicas “propuestas” por esta tecnocracia indicaban cambiar deuda externa con activos del país, permitir la inversión directa de capital extranjero, des regularizar el sistema financiero, otorgar incentivos tributarios a la capital extranjero; así como, permitir la libre salida de utilidades por dicho capital extranjero.
            En Asía, 1997, el esquema de extracción de riqueza fijado por el sistema financiero internacional no resultó muy distinto. En esta parte del mundo se condicionó el otorgamiento de créditos a las principales economía asiáticas (Tailandia, Indonesia, Malacia, Corea del Sur y Taiwán) con una política de des regulación del sistema financiero (banca, sistema monetario y mercado de valores). Posteriormente, el sistema financiero internacional procedió a colocar créditos a corto plazo (de rápida liquidación) en el banco privado nacional y las grandes corporaciones que, a su vez, colocaron o dispusieron para inversiones de largo plazo. Este esquema se mantuvo el tiempo necesario para crear confianza. Luego, el sistema financiero internacional impuso la política masiva de liquidación de créditos de corto plazo, con lo que se provocó una crisis de liquidez en la región que dificultaba pagar los créditos. Estos créditos sólo se pudieron pagar mediante la venta de activos y acciones al capital internacional a precios irrisorios. El resultado de este esquema fue una deuda externa que siguió transfiriendo recursos al sistema financiero internacional a costa de gasto social e inversión; así como, una apropiación masiva de activos y acciones de la economía asiática por parte del capital imperial.

Estados unidos: un cambio en la geopolítica imperial, El viejo problema de la acumulación de capital y la explotación de mano de obra


En esta etapa del capitalismo, el modelo de acumulación de capital de Estados Unidos y Europa no permite su crecimiento; esto es, de cara al reto de explotar los inmensos mercados de consumo en Asia el modelo de acumulación de capital actual resulta inapropiado. Y la razón de que resulte inapropiado es que el modelo de consumo y de creación de valor de sus economías frena el crecimiento de su acumulación de capital productivo e inclusive amenaza con la descapitalización frente a otros capitales productivo El modelo de consumo de valor (mercancía) en Estados Unidos y Europa se sostiene con el gasto de parte de la renta mundial, la creación de dinero inorgánico y el poco plus valor que se produce en sus propias economías.
El modelo de acumulación de capital de Estado Unidos y Europa, hasta ahora, se había basado en el re- direccionamiento económico de su explotación capitalista desde el campo productivo al campo financiero. Re- orientación que se produjo al sustituir buena parte de la explotación productiva de su mano de obra por la explotación de mano de obra barata en Asia. Este modelo de acumulación de capital significó también controlar, mediante la explotación neo-colonial, la producción (más, no la propiedad) de los recursos naturales del mundo. Y finalmente, significó la explotación intensiva de sus propios (y tradicionales) mercados de consumo. Mercados que fueron explotados a costa de quemar (o gastar) parte de su inmensa y privilegiada renta productiva mundial en subsidios a su aparato militar, su clase trabajadora (clase media) y su derrochadora burguesía.  Pero, también a costa de cambiar una voluminosa cantidad de mercancía (o plus valor) por dinero inorgánico (sin ningún respaldo) que produce su sistema financiero no productivo. Esto es cambiando, papel por valor (por mercancías): un papel que busca su espíritu (su “valor”), su productividad, en la especulación, sin poder lograrlo.
Esta ecuación resulta en una economía que consume más valor de lo que produce; pero, que se sostiene por la forma ventajosa (para ellos) en que se distribuye la renta mundial y el carácter hegemónico de su sistema financiero, su poderoso y costoso aparato militar y su estructura de poder mundial. Sin embargo, en esta etapa del capitalismo su hegemonía sobre el sistema financiero no es suficiente para extorsionar políticamente y mediante crisis financieras a otros capitales como los de china y la India. La debilidad estructural que nace de su modelo de acumulación de capital no le permita tomar por asalto los inmensos mercados de consumo Asiáticos y, a la vez, mantener su modelo rentista del mundo.
El gran consumo de renta productiva mundial por parte del aparato político- militar del Estado imperial, junto a la poca explotación productiva de su mano de obra y los subsidios a su clase trabajadora y campesina marcan el límite al crecimiento de su modelo de acumulación de capital. En este sentido, ell límite al crecimiento del capital productivo de los capitalistas de Estado Unidos y Europa (y de sus respectivos Estados) está dado por dos factores, a saber: el volumen de creación de capital y el nivel de consumo de sus economías.
Una reducción de este consumo se traduce en el fin del “Estado de Bienestar” para la clase trabajadora y campesina de estos países. Un Estado de Bienestar que hasta ahora se había basado en la explotación de la mano de obra de los obreros del resto del mundo y en el robo de las riquezas naturales de otros países.
            Pero, por qué cambiar un modelo de desarrollo capitalista que hasta ahora había funcionado? La respuesta está en el desarrollo mismo del capitalismo. La explotación de los mercados tradicionales por los distintos capitales norteamericanos y europeos implicaba ya: que unos se tragaran a otros y que los roces se volvieran cada vez más violentos. De aquí que ante un antagonismo inter capitalista la mejor salida consiste en explotar de manera conjunta los inmensos mercados emergentes. Esta estrategia de luchar con los capitales de las economías emergentes le permite lograr la “estabilidad” política interna para concentrar y acumular capital entre ellos mismos sin la necesidad de una guerra. Pero, también le permite consolidar una inmensa sociedad mercantil, basada en el reparto de acciones entre socios capitalistas. Esta estrategia de concentración y crecimiento en la acumulación de su capital, también pasa por la “reducción” a un punto “eficiente” el consumo de valor de las economías de Estado Unidos y Europa.
De aquí que la explotación del inmenso mercado de consumo que se abre en Asia implique un cambio en la economía mundial; esto es, un cambio en el modelo de acumulación del capital norteamericano y europeo. Y, la diferencia entre la Asía de hoy la Asia de ayer, que la hace tan apetecida por estos capitales, es su cada vez mejor nivel de desarrollo capitalista, su gran capacidad de compra y su enorme población consumidora (2/3 de la población mundial). Sin embargo Asía es un hueso duro de roer por cuanto el capital asiático explota de manera intensiva (semi- esclava) su mano de obra, de allí que, delante de este capital asiático el hasta ahora eficiente modelo de acumulación de capital de Estado Unidos y Europa resulta insuficiente.
Ahora bien, la explotación de los inmensos mercados de consumo asiáticos pasa por negociar con los imperios económicos hegemónicos de la región (china y la India). Cada cual, con una impresionante capacidad de producción de mercancía a bajísimo costo, agresivo mercadeo e inmensa capacidad para acumular capital y dirigirlo de acuerdo a sus intereses, fuera del control hegemónico de Estado Unidos. Semejante entorno define varias contradicciones. Una es que los  capitales de Estados Unidos, Europa y Japón deben decidir si la estrategia de asalto a las economías emergentes de China, India, el Sudeste Asiático y Brasil pasa por producir y vender mercancías en estos mismos mercados emergentes; pero, haciéndolo bajo las reglas de juego de los gobiernos y capitales de estas economías. O “negociar” internacionalmente de tú a tú con los gobiernos y capitales de estos mercados emergentes sobre la base de la explotación mayoritaria de su propia mano de obra norteamericana, europea y japonesa.
Esta ofensiva en el plano internacional pasa por la manipulación del sistema financiero-monetario, su capacidad para ejercer presión político- militar en la región y su poder económico en los distintos mercados del mundo. Ofensiva que pretende extorsionar a los gobernantes y capitales de China y la India a fin de ceder el control de sus economías a los capitales de Estados Unidos y Europa; o cuando menos compartirlo.
Los hechos demuestran que esta fue la estrategia escogida por los capitales de Estado Unidos y Europa de allí el cambio en su modelo de acumulación de capital, y la presión sobre las economías de china y la india. De allí, la inmensa presencia de china en América Latina y otros mercados del mundo.
Pero, cambiar el modelo de acumulación de capital pasa por invertir mayor capital productivo a sus propias economías; así como, explotar de manera más intensiva su propia mano de obra. Ahora bien, explotar de manera más intensiva la mano de obra del trabajador norteamericano, europeo y japonés significa reducir su costo (el valor de su salario) e intensificar su explotación. Abaratar el costo de producción de mercancías supone también reducir los costos de materia prima.
La mescla correcta de estos tres elementos permiten el cambio en el modelo de acumulación de capital de Estado Unidos y Europa. Circunstancia que pasa por reducir el valor de su moneda, reducir el gasto del Estado (en particular, el gasto social que sirve para subsidiar a la clase trabajadora y campesina) y reducir el volumen de dinero inorgánico (o no productivo) a un nivel que permita reactivar el capital productivo de las economías de Estado Unidos y Europa, volviéndolas competitivo frente a los capitales asiáticos.
Sin embargo, abaratar los costos de producción significa en palabras llanas tirar al foso el modo de vida de los trabajadores norteamericano y europeo: esto es, despidos masivos, disminución del salario de los trabajadores, reducción de los subsidios sociales, eliminación de todo confort, desesperación y perderlo todo. Pues, solo en este estado de desesperación estos trabajadores estarán dispuestos a aceptar un tercio o menos de lo que era su salario hasta ahora y lo harán (sin quejarse) por una explotación más intensiva de su mano de obra. Bajo  este contexto, encaja perfectamente la burbuja financiera de 2008 en Estados Unidos. Burbuja que logró despojar (robar) “legalmente” a una gran cantidad de trabajadores sus casas, carros, viajes y vidas de confort; eso sí, bajo las “reglas legales del juego crediticio” del capitalismo.
La consecuencia de tal robo, o “burbuja financiera”, fue un sencillo, efectivo, rápido, “legal”, “pacífico”, muy lucrativo y oportuno comienzo de la perdida de la calidad de vida del trabajador y aumento del ejército de desempleados. Una pérdida en la calidad de vida de los trabajadores que permitiera de acuerdo a los cálculos capitalistas una más productiva economía norteamericana y Europa: a costa de una inmensa pobreza para la clase trabajadora y campesina de Estados Unidos y Europa.
Por otra parte, este cambio en el modelo de acumulación de capital supone, por un lado, intensificar la aplicación de capitales en las economías de Estado Unidos y Europa y, por otro, hacer más eficiente la inversión de su capital dentro de las economías de china y la india. Elemento que significa optimizar su estrategia de ataque económico dentro de las economías insurgentes de China y la India. De aquí que la estrategia de tomar control “legal” sobre el uso de la tecnología que se utiliza en china y la india redunde en un ataque ofensivo; así como, la manipulación y la presión monetaria sobre estos países.
Estos dos componentes (capital y trabajo) le permiten a las economías norteamericana, europea y japonesa producir en condiciones de costo, tecnología y volúmenes “competitivos” para penetrar en los mercados de consumo de China, India, Brasil y el sudeste asiático.
Sin embargo, la puesta a tono de las economías de Estados Unidos y Europa va acompañada con un esfuerzo (monetario) por aumentar el costo de las mercancías que se producen en Asía y con ella aumentar el costo de la mano de obra de las economías emergentes. Este aumento en el valor de la mano de obra de Asia (china y la india, entre otras) implica un aumento en el poder de compra de sus trabajadores y campesinos que beneficia la adquisición de mercancías norteamericanas, europeas y japonesas. De allí que la extorsión a través del sistema financiero y monetario incluya esfuerzos por internacionalizar el yuan como moneda de cambio mundial (paralelo al dólar); a fin de tomar control sobre la moneda y la economía china, a través de su sistema financiero.
Otras tres estrategias de extorsión del capital norteamericano, europeo y japonés sobre los capitales asiáticos implican: la conformación de bloques económicos en el sudeste asiático que reducen la tradicional influencia de china sobre sus economías, la presión político- militar sobre china y la india y el financiamiento forzado del cambio en el modelo de acumulación de capital y en el modelo político de Europa. Basado este último en la conformación de la Eurozona como un Estado federado con una única dirección económica y política. Todas estas estrategias tienen como objetivo ganar la disposición de los capitales chino e hindú para que participen en la conformación de una sociedad de capitales con los de Estados Unido, Europa y Japón.
Una política de estímulo a la producción nacional de las economías de Estados Unidos y Europa, de “antidoping” selectivo a la mercancía importada de china y la india, entre otras; de aceptación, como parte del intercambio, de una mayor penetración de capital chino en mercados tradicionalmente de Estado Unidos como América Latina, y, finalmente, de un control, ya no sobre la producción sino, sobre las reservas de energía, materia prima, producción y tráfico de droga del mundo le permiten al capital de Estados Unidos, Europa y Japón establecer las condiciones económicas hegemónica de dominio que viabilicen el desarrollo de las superestructuras imperiales en lo Política, Estatal, Cultural, Social e inclusive Militar que garanticen la hegemonía de estos capitales en esta nueva fase imperial de acumulación de capital.
Sin embargo, el establecimiento de esta nueva sociedad imperial no puede terminar como en la primera y segunda guerra mundial, con la ruina de los otros imperios y el reparto del botín. En esta fase imperial del capitalismo esta política económica podría no solo tener un alto costo para la humanidad sino que sería poco eficiente y nada lucrativo. En este sentido, la mejor victoria (según los expertos en guerra) consiste en dejar intacta la economía del vencido y aún más compartir las ganancias con ellos. Esta estrategia supone la explotación sin trabas de los inmensos mercados de consumo ya no de Asia sino del mundo. En esta fase de capitalismo, la victoria, implica la conformación de una sociedad mercantil que permita explotar de manera conjunta (con los capitales orientales) los mercados Asiáticos y del  mundo.
En este sentido, esta nueva sociedad económica imperial (o sociedad mercantil en formación) le da cabida a todos los capitales imperiales del mundo. De allí los esfuerzos para incorporar o integrar a los capitales insurgentes de china, India, Brasil y el sudeste asiático; así como, los capitales que les resultan amigos como los de Israel y Suráfrica o el capitalismo de Estado Ruso que extorsionan mediante el ofrecimiento de financiamiento para su desarrollo capitalista a cambio de alinearse a la geopolítica económica mundial de Estado Unidos y Europa.
El grado de participación en la nueva sociedad imperial se fijará de acuerdo con la inversión de capital de riesgo (en lo económico, social, político y militar) que aporte cada capital para la conformación de la sociedad. A saber, en función del grado de participación en las actividades de confrontación armada y cambios económicos, políticos y sociales que lleva consigo el cambio en el modelo de acumulación de capital de Estados Unidos y Europa.
El grado de alineación, en estos momentos, de los capitales imperiales; así como, la capacidad productiva de sus economías y la mayor o menor apertura de sus mercados al capital norteamericano, europeo y japonés determinará su posición en la nueva estructura que resultará del cambio geopolítico mundial. Esta nueva sociedad mercantil permitirá explotar la riqueza y la mano de obra del mundo de acuerdo a las cuotas de poder que nazcan con la nueva estructura económica y política que dominará al mundo y donde los capitales de Estados Unidos, Europa y Japón ocuparan los puestos de mayor jerarquía.

jueves, 26 de enero de 2012

Estados unidos: guerra o expansionismo hegemónico

La estrategia de inversión de capital en las economías de Norteamérica y Europa (y la desinversión en el este asiático), unida a la disminución en el costo de la mano de obra en sus propios países solo tiene viabilidad si se ejerce un control directo y férreo sobre las reservas de energía y materia prima del mundo y no sólo sobre el control de su producción.
La lucha de los diferentes capitales insurgente de China, India, Brasil, el Sudeste Asiático y Rusia con los capitales tradicionales (y unidos) de Norteamérica, Europa y Japón plantean una contradicción para estos últimos: explotar la mano de obra de estos países insurgentes (como se ha hecho hasta ahora) y vender luego las mercancías en esos mismo mercados insurgentes (en crecimiento) o explotar la mano de obra de sus países (Norteamérica y Europa) y luego vender las mercancías en los mercados de los países insurgentes. En el primer caso, la lucha entre capitales (tradicionales e insurgentes) se plantearía como un asunto de política económica interior de los países insurgentes, por cuanto se trataría de mercancía producida y vendida en el país (de capital extranjero), y en cuanto tal la producción, fijación de precios y estrategia de expansión de mercados estaría condicionada por las citadas políticas económicas internas.
Otro agravante que crea la producción y venta en los países insurgentes sería el debilitamiento del capital norteamericano y europeo frente a los capitales insurgentes, ya que estos últimos en plena expansión, coparían mayores porciones del mercado mundial en razón de los bajos costo, agresiva política de mercadeo y alta rentabilidad de su mercancía, sin posibilidad de expansión para el capital occidental en los “nuevos”  e inmensos mercados insurgentes. Esta estrategia inviabiliza el mantenimiento de la subvención a las clases burguesas, obreras y campesinas de Norteamérica y Europa como beneficiaria de la renta mundial. La consecuencia de esa estrategia obligaría al capital norteamericano y europeo a optar por prácticas antidoping en la importación de mercancías de los países insurgentes, guerras comerciales, la creación de crisis financieras para acumular capital en los países productores (insurgentes), la profundización de prácticas xenofóbicas e inclusive guerras militares de pequeña o mediana intensidad a fin de restablecer el “equilibrio” o hegemonía de este capital en los mercados tradiciones e insurgentes. La citada estrategia de producir y vender en los propios mercados insurgentes reduce toda “influencia” económica y política del capital norteamericano frente a la política interior de los países insurgentes hecho que dificultaría la negociación con estos capitales, por las cuotas de participación en los mercados tradicionales e insurgentes, porque no habría beneficio sobre los qué se pudiera negociar.

miércoles, 25 de enero de 2012

Estados unidos: el imperialismo como fase superior del capitalismo

Cinco hechos determinan el último cambio en el modelo de desarrollo del capital norteamericano: el fin de la carrera armamentista, el control de los fuentes de suministro de petróleo y agua, la unión de los sistemas financieros de Estados Unidos, Europa y Japón, el desarrollo de las fuerzas productivas (informática, automatización, internet y nuevos sistemas de transporte); así como, el estancamiento del crecimiento del capital en los mercados de consumo existentes, junto a la aparición de nuevos capitales emergentes compitiendo por la renta. Estos cinco hechos afectan la estructura económica del capital norteamericano y lo empujan a explotar ya no la mano de obra sino los mercados de consumo emergentes hasta ahora marginados por: prejuicios políticos, bajo poder adquisitivo de su mano de obra (ahora en aumento), poco nivel de desarrollo capitalista y/o resabios feudalista. De allí la estrategia del capital norteamericano y europeo de explotar inmensos mercados de consumo como los de China, la India, Brasil y el sudeste asiático, cuya clase media se encuentra en franco crecimiento (en cantidad y en poder adquisitivo). Por otra parte, esta estrategia se complementa “promoviendo” “revoluciones democráticas liberales” a fin de imponer políticamente el desarrollo capitalista y reducir a su mínima expresión el feudalismo existente en los citados países; así como, también en los países que integran el norte de África, el Medio Oriente y Asia central. En este sentido, la contradicción se plantea en dos niveles: uno, donde los capitales norteamericano y europeo luchan con los capitales insurgentes para penetrar y controlar, cada vez más, los mercados de estos últimos y, dos, entre el capitalismo y el feudalismo para cambiar el modelo económico y aumentar la capacidad de consumo de los nuevos trabajadores asiáticos e islámicos.
Para explotar estas oportunidades se propone un cambio en el modelo de desarrollo norteamericano y europeo, centrado en la unidad política de estos capitales. Esta unidad permite consolidar un mercado financiero integrado (bajo un solo mando), con una política económica común para los capitales norteamericanos, japonés y europeos, este último, como Estado federado (tipo Estados Unidos). Estos elementos políticos y económicos son utilizados para imponer la disminución del costo de la mano de obra en sus países al punto de llevarla a un monto que permita reactivar y hacer más competitivos sus aparatos productivos frente al de los capitales insurgentes como los de china, la India, Brasil y el sudeste asiático, entre otros. Sin embargo, el cambio en el modelo de desarrollo norteamericano y europeo supone: Primero, la apertura y explotación intensiva de los nuevos mercados de consumo en china, la India y Brasil, para lo cual el tema de la desregulación y la valorización de la moneda es fundamental; Segundo, la creación de mercados, hasta ahora, vistos como fragmentados y atrasados como los del norte de áfrica, medio oriente y oeste de Asia y Tercero, el usufructo de los mecanismo de integración de capitales y mercados regional como los caso de América latina, el sudeste asiático y el sur y centro de áfrica.

martes, 17 de enero de 2012

Estados unidos: alta y bajas del imperialismo

La informática, la automatización, la internet y los modernos sistemas de transporte  marcaron una nueva fase de avance para el capitalismo occidental, tanto en el plano productivo como en el intercambio comercial. Esta tecnología profundizó la división del trabajo a nivel internacional. La  búsqueda de mercados laborales más baratos en Asia, África y América Latina; así como, la cercanía a los puntos de expropiación de las riquezas naturales del mundo definían el criterio para la división del trabajo. A estos elementos se agrega la apertura de los nuevos centros de producción asiáticos al capital occidental, caracterizados por un alto grado de sumisión al desarrollo de las fuerzas productivas de occidente y su manejo eficaz de la lucha de clase a favor del capital. Estos componentes claves, reducían los costos de producción de mercancía y maximizaban la rentabilidad del capital.
La guerra fría también fue el marco de una guerra comercial entre el capital norteamericano,  europeo y japonés que encontró a Estados Unidos en desventaja en razón de los altos costos en su mano de obra y menor calidad de sus productos. Esta desventaja propicio que el capital norteamericano buscara explotar mano de obra más barata, que a la sazón se encontraba en China, la India, Brasil, México, Sudáfrica y el Sudeste Asiático. Esto, a fin de obtener ventajas competitivas frente al capital europeo y japonés; así como, aumentar su renta. Pero, esta estrategia solo se podría lograr a costa de cambiar su modelo de desarrollo: esto es, reducir su economía productiva y re direccionarla al campo de las finanzas y el comercio internacional. En Estados Unidos el esquema de baja producción nacional se ve complementado, en términos de consumo interno, con producción proveniente del extranjero, cuyo capital era mayoritariamente norteamericano. La renta que obtiene el capital norteamericano y que drenaba desde Asía, África y América Latina, garantiza la sostenibilidad del sistema económico occidental; del cual una parte, llega a manos de la clase trabajadora dedicada principalmente al comercio y las finanzas. Por otra parte, el esquema económico en Estados Unidos acentúa la explotación del trabajo intelectual; así como, el desarrollo de un mercado especulativo que se financia con capital inorgánico en virtud de la baja productividad de su economía.
Similar esquema de desarrollo debió seguir Europa para compensar la competitividad que generaba: el capital norteamericano (apoyado en la mano de obra asiática), el capital japonés y los capitales internos de Europa. Estos últimos, con sus alianzas individuales con el capital asiático, la competencia entre sus propios capitales productivo y financiero; así como, la competencia interna basada en menor costo de mano de obra por país y más avanzada tecnología.   
El abaratamiento  en los costos de producción de mercancías y el aumento de la rentabilidad del capital Norteamericano y Europeo pronto mostró su cara adversa a sus creadores. Economías como China y la India aprovecharon la estrategia del capital internacional de explotar su mano de obra a fin de desarrollar su atrasado aparato productivo para luego  competir con el propio capital norteamericano y europeo. La competencia entre los capitales de China, la India, Brasil, México, Sudáfrica y el Sudeste Asiático con los capitales norteamericano y europeo por la conquista de mayores porciones de mercado puso el acento en el costo de producción de mercancía y, en consecuencia, en el costo de su mano de obra. El añorado paraíso de la rentabilidad del capital occidental ahora se convertía en el peligroso enemigo que contaba con un gigantesco aparato productivo de punta, una mano de obra (semi esclava) con la cual no se podía competir, una capacidad de mercadeo articulada y poderosa y un consumo interno mínimo. Estos elementos hacen insostenible la estrategia de desarrollo de Estado Unidos y Europa. De allí el nuevo cambio en el modelo de desarrollo del capital norteamericano y europeo que se orienta a reactivar sus economías, unificando su finanzas y su política económica; así como, optimizando (o bajado el costo de) su mano de obra. Este cambio estratégico tiene como objeto explotar los inmensos mercados de China, la India, Brasil, México, Sudáfrica y el Sudeste Asiático hasta ahora con un consumo interno mínimo. Para hacer estos cambios el capital norteamericano y europeo impone una nueva composición del poder mundial donde participen en la acumulación mundial de capital además de ellos China, la India, Rusia, Brasil y el sudeste asiático. El plácet para entrar en este nuevo estado imperial consiste en financiar los cambios estratégicos de Norteamérica y Europa; así como, abrir sus mercados y apoyar la conformación de nuevos mercados en el norte de África, el medio oriente, entre otros.

lunes, 19 de diciembre de 2011

Estados unidos: segunda etapa imperialista

La guerra fría permitió el desarrollo de dos tipos de expansionismos imperiales, uno basado en la alianza de las burguesías liberales encabezada por Estados Unidos y otro expansionismo basado en el capitalismo de Estado desarrollado por la Unión Soviética y china.
El expansionismo de la burguesía norteamericana les impuso a las burguesías europeas una alianza a fin de equilibrar el intercambio comercial de Europa y Estados Unidos con las economías asiáticas. De allí la necesidad de concebir a Europa como un Estado federado (a la imagen de Estados Unidos) y no como un grupo de países con diferentes políticas económicas, que responden cada uno a los intereses particulares de sus burguesías nacionales. Esta alianza se concretó a través de la consolidación de un sistema financiero internacional compartido entre las grandes burguesías financieras norteamericanas y europeas. Donde sus poderosas entidades de inversión le permiten chantajear a las burguesías de otros mercados mediante la creación a conveniencia de crisis financieras regionales o locales.
El capitalismo de Estado desarrollado en la Unión Soviética explotaba de manera centralizada la mano de obra del país de acuerdo a los intereses de la élite burocrática. Este esquema se mantuvo bajo la férrea unidad imperial que lideraba Stalin. Sin embargo, a su muerte no se pudo recomponer un liderazgo con la ferocidad necesaria para centralizar el poder dentro y fuera de la Unión soviética. La imposibilidad de crear relaciones de producción comunista a partir de un capitalismo de Estado generaron superestructuras que reflejaban esta contradicción y que a fin de cuenta develaban su base económica: semi- feudal y semi- capitalista, con poco desarrollo de sus fuerzas productivas. Cuando los norteamericanos se percataron de tan simple realidad cambiaron su estrategia de insistir en guerra fría y permitieron que se desarrollaran las contradicciones internas de la Unión soviética con el fin de que ellas la destruyeran.
Otro tanto ocurría en china. Muerto Mao Zedong, los nuevos emperadores, ante el atraso de las fuerzas productivas de china proponen como salida capitalismo en sus dos expresiones: capitalismo de mercado y capitalismo de Estado. Bajo este esquema el capitalismo de Estado, dominado por las elites políticas del Partido Comunista, dirigen y controlan al naciente capitalismo de mercado y a la economía semi feudal que se extiende por todo el país. Este entramado económico permitió el desarrollo de su parque industrial a partir de la apertura de su economía al capital productivo occidental. Estrategia que le permitió al partido comunista chino construir una industria manufacturera de grandes proporciones con capacidad para financiar su capitalismo interno, su inmenso Estado semi feudal y posicionarse con fuerzas en los mercados Norteamericano y Europeo.