Las
distintas crisis financieras en la historia reciente han resultado devastadoras
para los pueblos del mundo. Sin embargo, cuando alguien pierde suele haber alguien
que gana. Pero, ¿Quiénes ganan con estas crisis financieras y qué ganan? La
crisis financiera de México en el año 1994 fue la punta del iceberg de una
crisis que devastó la calidad de vida de los pueblos de Latinoamérica. El
sistema financiero internacional actuó de manera muy simple, con los dólares
obtenidos del alza del petróleo, luego de los procesos nacionalizadores de
mediados de los años 70, el sistema financiero internacional construyó un
esquema de préstamos a los Estado Latinoamericanos que dio vida a la insaciable
deuda externa. Esta deuda fue el resultado de un muy bien elaborado esquema de
pago de intereses bajo por colocación de depósitos a los países productores de
petróleo, otorgamiento masivo de crédito con poco respaldo de los estado
receptores de los mismos y, el cobro de deuda con altas tasas de interés.
Dentro del esquema se tomó ventaja de los desórdenes burocráticos de los
Estados receptores de crédito y de la traición de ciertos altos Funcionarios
Públicos. Esta mezcla de condiciones y acciones resultó en un fenómeno de
transferencia de recursos nacionales de los países endeudados al sistema
financiero internacional (o imperialismo). Proceso de transferencia, que se
produjo luego de reducir el gasto social y de inversión productiva en cada
País. Este esquema permitió que el sistema financiero internacional tomara
control indirecto de las industrias productivas y extractoras de estos Estado
endeudados. Control se da a través de sus guardianes (o perros de presa) el Fondo
Monetario Internacional y Banco Mundial. Estos organismos comenzaron a imponer
a los Estado, a cambio de mejores condiciones de pago o nuevos préstamos,
políticas públicas en materia monetaria, fiscal y des regulación del sistema
financiero. Este esquema de apropiación de riquezas se complementó con el
llamado consenso de Washington que transfería ya no recursos dinerario sino
activos y riquezas de los países deudores. El proceso de apropiación se
justificó mediante la reducción del Estado y avalado e implementado por la llamada tecnocracia. Las políticas
públicas “propuestas” por esta tecnocracia indicaban cambiar deuda externa con
activos del país, permitir la inversión directa de capital extranjero, des
regularizar el sistema financiero, otorgar incentivos tributarios a la capital
extranjero; así como, permitir la libre salida de utilidades por dicho capital
extranjero.
En Asía, 1997, el esquema de
extracción de riqueza fijado por el sistema financiero internacional no resultó
muy distinto. En esta parte del mundo se condicionó el otorgamiento de créditos
a las principales economía asiáticas (Tailandia, Indonesia, Malacia, Corea del
Sur y Taiwán) con una política de des regulación del sistema financiero (banca,
sistema monetario y mercado de valores). Posteriormente, el sistema financiero
internacional procedió a colocar créditos a corto plazo (de rápida liquidación)
en el banco privado nacional y las grandes corporaciones que, a su vez,
colocaron o dispusieron para inversiones de largo plazo. Este esquema se
mantuvo el tiempo necesario para crear confianza. Luego, el sistema financiero
internacional impuso la política masiva de liquidación de créditos de corto
plazo, con lo que se provocó una crisis de liquidez en la región que
dificultaba pagar los créditos. Estos créditos sólo se pudieron pagar mediante
la venta de activos y acciones al capital internacional a precios irrisorios.
El resultado de este esquema fue una deuda externa que siguió transfiriendo
recursos al sistema financiero internacional a costa de gasto social e
inversión; así como, una apropiación masiva de activos y acciones de la
economía asiática por parte del capital imperial.
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